lunes, 24 de mayo de 2010

Atenuar o resolver, he ahí el dilema


















Niño ancashino, zonas de pobreza extrema. Fotografía © Sergio Mateo /www.flickr.com

Ancash es una región donde habita un millón de peruanos. Ciento veinte mil son menores de 6 años y entre ellos, cerca de 30,000 padecen desnutrición crónica. Estamos hablando de un problema que pone en serio riesgo la vida humana y menoscaba gravemente la salud, pero que afecta apenas al 3% de la población total de la región. Si no constituye, entonces, un problema de grandes magnitudes sociales ¿Por qué no puede resolverse al más corto plazo?

Podría argumentarse que no se sabe a ciencia cierta dónde están los niños afectados. Pero no es así. Son diez los distritos, de los 166 existentes en Ancash, donde la pobreza supera el 80%, y el ingreso per cápita no es mayor a 165 soles mensuales. Y ocurre, como todos sabemos, que la pobreza está asociada al hambre, a enfermedades como la anemia, que afecta a la mitad de estos niños, y a la falta de educación, tres ingredientes sustantivos de la desnutrición infantil.

Por esta razón, es altamente probable que en esos mismos distritos resida buena parte de las 46 mil mujeres en edad fértil que no sabe leer ni escribir, es decir, que llegan a los 21 años, edad en la que ya suelen tener descendencia, sin educación. Es factible también que sean sus hijos los 40 mil niños sin acceso a controles de crecimiento y desarrollo o los 76 mil niños sin educación inicial que existen en la región. Es seguro, así mismo, que formen parte del tercio de hogares ancashinos que carecen de agua potable.

El año 2000, el 40% de los niños menores de 5 años de las áreas rurales en el país padecía desnutrición crónica. El año 2009 esa cifra descendió a 33%. Los especialistas en medición dicen que esta caída de 7 puntos porcentuales es estadísticamente significativa y merecería un aplauso. Si aceptamos la complejidad de un problema que no se resuelve de un día para otro y analizamos las cifras en sí mismas, quizás tengan razón.

No obstante, es legítimo preguntarnos como ciudadanos si resulta significativo para 1 millón 200 mil niños desnutridos, apenas el 4% de la población total del Perú, que hayan tenido que esperar casi una década para que sólo 80 mil de ellos dejen de padecer ese flagelo. Las cifras progresan, es verdad, pero a ese ritmo, insensible e irresponsable, se necesitaría exactamente 120 años más para reducir a cero la desnutrición crónica infantil. ¿A qué autoridad hay que felicitar por esto?

Para un país que se ha jactado en los últimos años de tener la inflación más baja y el crecimiento económico más alto de América Latina, este escenario es sencillamente inaceptable e indica con elocuencia cuál es el valor real que se le asigna a la primera infancia en la agenda política nacional. La pregunta es si regiones como Ancash van a reproducir la misma lógica burocrática de atención a las necesidades de su niñez más vulnerable, es decir, a invertir lo mínimo y a celebrar al máximo cada punto porcentual ganado cada diez años; o si van a tomar distancia de ese modelo y a solucionar estos problemas de una vez por todas.

En el 2009, el Gobierno Central invirtió 863 millones de soles en 15 Programas Sociales dirigidos a los más pobres, pero sólo estaría beneficiando a menos del 10% de la población ancashina en pobreza extrema. Es inevitable preguntarse entonces ¿Cuánto va a invertir ahora el Gobierno Regional y los Gobiernos Locales no en atenuar sino en resolver la desnutrición crónica del 3% de sus habitantes?


Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por el portal del colectivo Inversión en la Infancia
Lima, viernes 07 de Mayo de 2010


No hay comentarios: