miércoles, 25 de mayo de 2011

Desesperanza enseñada

Fotografía © davidllada/ www.flickr.com

Lo que voy a contarles puede ayudarnos a entender mejor el escenario psicosocial en que se encuentra enredado un sector significativo de peruanos en la actual coyuntura política del país. Se colocó una vez a un grupo de conejos en un estanque de agua tan turbia, que no se podía ver desde la superficie la presencia de unos montículos de fierro discretamente sumergidos. Los conejos patalearon instintivamente para mantenerse a flote hasta que sus patitas tropezaron con estos islotes, descubriendo que podían apoyarse en ellos y mantenerse a salvo. Se colocó a otro grupo de conejos en un estanque similar, pero que carecía de los providenciales montículos. Ellos patalearon también para no ahogarse pero, no habiendo puntos de apoyo, empezaron a agitarse cada vez más. En pocos minutos y agotadas sus fuerzas, empezaron a hundirse, por lo que fueron rescatados en el acto. 

Y aquí viene lo mejor. Se colocó después a ambos grupos de conejos en un mismo estanque de agua turbia, sin montículos salvadores. El primer grupo, en base a la confianza aprendida en su experiencia previa, empezó a moverse con serenidad, manteniéndose a flote el doble de tiempo del segundo grupo, que pataleaba desesperado y sin rumbo mientras se hundía.  

Este experimento, realizado por Richard Morris, de la Universidad de Edimburgo, es de la misma naturaleza de los realizados por Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, a mediados de la década del 60, y que sirvieron para descubrir el fenómeno de la indefensión, también llamada «desesperanza aprendida». Trasladado al campo de los comportamientos humanos, estamos hablando de personas que desarrollan la certeza de que cambiar la realidad es imposible y que no importa qué esfuerzos realicen, la situación se mantendrá siempre igual. Tal convicción brota de una sucesión de fracasos en sus intentos de modificar algo, frustraciones que terminan por agotarlas y desalentarlas. De ellas aprenden que la esperanza es vana, tal como los conejos del segundo grupo de Richard Morris. 

Un sector de ciudadanos piensa votar en blanco en las próximas elecciones presidenciales, argumentando la inexistencia de buenas opciones, descalificando ambas candidaturas por igual y resignándose a padecer lo peor durante los próximos cinco años. Otro sector le dará su voto al grupo político que gobernó al país en los años 90 haciéndolo ingresar en el ranking de los más corruptos del planeta, argumentando que todos roban y abusan del poder, por lo que no cabría más que resignarse a la imposibilidad de tener alguna vez un gobierno honesto. 

Es curioso, pero buena parte de ellos son jóvenes entre 20 y 30 años, que no han vivido la experiencia de grandes frustraciones nacionales, como la del gobierno militar de los años 70, la crisis económica del segundo gobierno de Fernando Belaúnde en los 80 y el primer desastre político de Alan García, siendo que la dictadura civil de Alberto Fujimori en los 90 los sorprendió en su niñez o su adolescencia. Luego, a diferencia de los conejos de Morris, la desesperanza que hoy exhiben no ha sido aprendida, sino enseñada. 

Es decir, la sensación de no disponer de más alternativas ante el problema de tener un buen gobierno y de lo inútil de esperar contar con mejores opciones alguna vez, le viene sin duda de una generación habituada a ejercer su ciudadanía sentada en su casa, contemplando al país por televisión. La psicología clínica señala que el sentimiento de indefensión se corrige ayudando a la persona a confiar en su propia capacidad para cambiar sus circunstancias y a convencerse de que el logro de sus objetivos depende de ella misma, no de lo que otros puedan hacer. Pero ¿Qué pasa cuando se trabaja para convencerla de que su única opción ante los problemas es elegir a alguien que se los resuelva, concediéndole el derecho a cobrarse como le venga en gana? 

Un sector de la prensa ha persuadido a muchos de que una candidatura con antecedentes de corrupción y ejercicio abusivo del poder debe aceptarse con realismo, si a cambio nos resuelve la economía, y que jamás encontraremos nada mejor. Los jóvenes que no han vivido la experiencia de patalear en vano en ese estanque de agua turbia, no tienen por qué resignarse a eso. 


Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Lima, viernes 27 de mayo de 2011

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