miércoles, 11 de mayo de 2011

Al pie de la escalera

Fotografía © fotodulce/ www.flickr.com

Rosana es una joven muy carismática, que atiende a sus niños con enorme entusiasmo. Ella no es maestra jardinera pero se esfuerza mucho en cuidarlos bien, hacerlos jugar, darles su refrigerio y enseñarles algunas cositas sencillas. Los recibe cada día en un ambiente modesto prestado por la comunidad, acondicionado lo mejor posible con mueblecitos desgastados que le obsequiaron los vecinos, juguetitos usados y algunos materiales de cartón. Antes de Rosana, los niños del barrio no tenían ni eso. Claro, si Rosana hiciera esto de motu propio y a cambio de nada, sería muy meritorio. Pero Rosana forma parte de un programa oficial que reúne 14 mil establecimientos, recibe un estipendio del Estado y sus 15 alumnitos son contabilizados en la estadística de niños atendidos por el sistema público. En ese caso, lo siento mucho, ya no se puede juzgar el hecho desde la perspectiva del mérito sino del derecho. Los servicios públicos son una obligación del Estado, no una generosidad del gobernante que las familias deban aceptar agradecidas, así no tengan calidad. 

Es cierto, concuerdo en que la calidad tiene grados. Pero en el primer peldaño de calidad educativa, hay varias cuestiones esenciales que deberían ser no negociables: que existan establecimientos suficientes en cada distrito, funcionando en locales adecuados, limpios y en buen estado, que dispongan de luz, agua y desagüe, de los muebles, implementos y materiales necesarios para cumplir su función, que estén a cargo de personal seleccionado cuidadosamente, bien preparado y en número suficiente, que hable el idioma de los niños, que den cabida a las familias y que sean supervisados regularmente. Es lo menos que podríamos pedir: oportunidades educativas serias y dignas para todos. 

En el segundo peldaño podríamos colocar otros servicios importantes, que agregan valor a la función educativa: nutricionales, de salud, asistencial y preventiva, psicológicos, clínicos y educacionales, de consejería a los padres o de asistencia social. Claro, se esperaría que cada uno de estos servicios, en la medida que puedan irse ofreciendo, estén a cargo de personal especializado, competente y respetuoso, con todas las herramientas necesarias para cumplir bien su misión; y que sean igualmente objeto de supervisión y evaluación continua. 

En el tercer peldaño se podría hablar de los medios y procedimientos. Es decir, de la disponibilidad de materiales educativos bien seleccionados, que ayuden a la exploración y desarrollo de las capacidades intelectuales, sociales, afectivos, motrices, espaciales, comunicacionales y expresivas de los niños, así como de un repertorio vasto y actualizado de metodologías, pertinentes a sus edades y a la naturaleza de los aprendizajes demandados por el currículo. Por cierto, esto requiere especializar al personal en su uso pedagógico. 

En el cuarto peldaño podría ir el diseño y la organización espacial del establecimiento, la forma, dimensión y disposición de lugares y ambientes, funcionales al despliegue de las distintas capacidades infantiles, desde enfoques más bien vanguardistas del desarrollo y la pedagogía. Aquí se abren muchas posibilidades, dependiendo del enfoque que se adopte. 

En el quinto peldaño se podría introducir la polidocencia, complementando la labor de la maestra con profesoras especializadas en psicomotricidad, música, cómputo y, de ser necesario, en la iniciación a una segunda lengua. En todos los casos, por supuesto, con el equipamiento debido para que estos profesionales puedan hacer bien su trabajo. 

Está bien, estos 5 peldaños de calidad de la educación infantil pueden discutirse. Pero en lo que deberíamos estar de acuerdo es en considerar inaceptable que el Estado no asegure siquiera el primero, en todos sus aspectos esenciales. ¿O hay alguien que crea que incluso ese piso básico es mucho pedir y que exigirlo no es un derecho, sino una mezquindad o un deliro? Y no es un problema de presupuesto. En las 6 líneas proyectadas del Tren Eléctrico de Lima el Estado está invirtiendo 2,500 millones de dólares. ¿Ya calculó cuánto debe invertir en los próximos años para hacer llegar a todos los niños una educación inicial de calidad?


Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Lima, viernes 13 de mayo de 2011

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