Cristián Cox, ex funcionario del Ministerio de Educación de Chile e investigador de la Universidad Católica, ha denunciado públicamente las graves implicancias de los recientes cambios al currículum escolar del país vecino: se aumentan las horas de Lenguaje y Matemática entre quinto año básico y primer año medio, argumentando que estos aprendizajes son decisivos y de ellos depende todo lo demás. Con esto se ha perjudicado las horas de Historia y Ciencias Sociales, de Educación Tecnológica y se ha suprimido la única hora semanal que tenían los alumnos para participar libremente desde sus intereses como estudiantes, señalando que eso no tiene valor formativo. Con el recorte objetivo de 200 horas, el mensaje es claro, ha escrito Cox: la formación ciudadana no importa.
Sergio Espejo, ex ministro de Transportes del Gobierno de Michelle Bachelet, ha mostrado también su desazón: de pronto, pareciera que el estudio de la historia, la comprensión del modo como las personas se relacionan en sociedad, el aprendizaje del diálogo cívico, resulta innecesario en una sociedad de consumidores, donde la gente no tendría necesidad de agregar valor a sus vidas, más allá de desempeñarse bien en su centro laboral o de comprar y vender en el mercado.
En el Perú no hemos llegado todavía a sincerar de esa manera la prioridad objetiva y casi indiscutible de los aprendizajes lectores y matemáticos en las escuelas, pero todas las señales que la política educativa envía a los maestros van en esa dirección: son los capacidades en que se evalúan continuamente a los alumnos y en las que se evalúa a los profesores que buscan acceder a la carrera pública, son los ámbitos en los que se empieza a hacer acompañamiento a docentes en algunas regiones, los que más pesan para la promoción de grado y los únicos referentes de progreso o atraso educativo que se manejan en el discurso y el debate público.
Es por eso que se nos invita continuamente a horrorizarnos por el hecho de que nuestro sistema educativo no puede evitar que más del 80% de los niños que terminan la primaria no comprenda plenamente lo que lee ni domine lo básico de la matemática escolar; o descorchar un vino si las cifras se mueven ligeramente hacia arriba en ambos aprendizajes. El argumento es conocido y se apoya en la estadística: los déficits en alfabetización lectora y matemática perjudican las posibilidades de obtener empleo o tener ingresos mínimamente decentes. Desde ese argumento, conseguir trabajo pareciera ser la única o la mayor aspiración a la que nuestros jóvenes tienen derecho. Peor aún, ahora que un connotado ex ministro de Economía ha dicho que el país no necesita cocineros sino ingenieros, quizás hasta la lectura termine perdiendo terreno, como ya lo perdió la escritura.
El horror, sin embargo, no es el mismo cuando comprobamos que buena parte de los que egresan de nuestro actual sistema escolar termina también con una frágil identificación con el Perú, con poco aprecio por culturas y grupos sociales distintos a los suyos, sin mayor conocimiento de sí mismos y de sus mejores aptitudes, sin mayor valoración por la democracia, una concepto del que no se suele tener experiencia en las escuelas, pero sí por el abuso, el embuste y la transgresión del derecho ajeno si eso beneficia los intereses personales.
Como diría Cox, aquí la formación ciudadana tampoco importa demasiado. Luego, los jóvenes que estudian en el sistema público quizás puedan conseguir algún trabajo si les va bien, pero su contribución al desarrollo o a los retos de la pobreza y la desigualdad social será tal vez tarea para los ingenieros que forme la escuela privada de élite ¿O tampoco?
El horror, sin embargo, no es el mismo cuando comprobamos que buena parte de los que egresan de nuestro actual sistema escolar termina también con una frágil identificación con el Perú, con poco aprecio por culturas y grupos sociales distintos a los suyos, sin mayor conocimiento de sí mismos y de sus mejores aptitudes, sin mayor valoración por la democracia, una concepto del que no se suele tener experiencia en las escuelas, pero sí por el abuso, el embuste y la transgresión del derecho ajeno si eso beneficia los intereses personales.
Como diría Cox, aquí la formación ciudadana tampoco importa demasiado. Luego, los jóvenes que estudian en el sistema público quizás puedan conseguir algún trabajo si les va bien, pero su contribución al desarrollo o a los retos de la pobreza y la desigualdad social será tal vez tarea para los ingenieros que forme la escuela privada de élite ¿O tampoco?
Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Lima, viernes 26 de noviembre 2010
2 comentarios:
Recomiendo la lectura de "Escuelas para la esperanza", de Terry Wrigley. Quizá sirva para aclarar algo de lo que se está viviendo en el proceso denominado "mejora de la escuela". Un saludo desde Madrid.
Muchas gracias! ya empecé a rastrearlo por internet, lo buscaré en librerías esta semana y te cuento. Abrazos.
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