Fotografía © huguito/www.flickr.com
Tomás enseña bien matemática y acostumbra además contar chistes en clase. Es el profesor con el que más se identifican sus estudiantes. Tomás también les pega duro con la regla cuando juzga que se portan mal. Marta es una maestra más bien convencional, de las que hablan horas y horas sin parar. Pero tiene oídos para las preocupaciones más personales de sus alumnos y ellos le agradecen el tiempo que siempre les dedica a la hora del recreo. Manuel sabe mucho de literatura y le fascina enseñarla. Sus alumnos en verdad lo admiran, pero les apena tanto la poca paciencia que les tiene cuando lo interrumpen con preguntas. Estela es una mujer muy alegre y sabe contagiar fácilmente su entusiasmo a todos sus niños. Pero ella es muy mala con los números y sus continuas equivocaciones provocan a menudo una gran confusión. ¿Cuál de todos ellos es mejor docente? ¿Cuál es el peor?
En una reciente conversación escuchaba decir a un colega con gran convicción que la vocación lo es todo y que, penosamente, era el factor más ausente en el desempeño de los profesores. Es más, la creía tan determinante para la buena docencia, que hasta el título pedagógico terminaba sobrando.
Se ha podido leer también en estos últimos meses varias opiniones a favor de que cualquier profesional pueda ser docente, pues se argumenta que el buen dominio de los conocimientos de una disciplina científica lo es todo. Se dice que esta cualidad es tan esencial, que hasta el título pedagógico se vuelve innecesario.
Si retrocedemos un poco, recordaremos que en los años 90 se sostenía con fervor que el manejo de un repertorio variado y actualizado de metodologías lo era todo, pues era en este terreno sobre todo donde los profesores hacían agua. Se creía tan importante, que si un profesor sabía cómo enseñar lo que se pedía que sus alumnos aprendan, la comprensión del sentido de las nuevas demandas curriculares podía pasar a segundo plano.
Ahora bien, hagámonos la pregunta de rigor: ¿Cuál de estas tres características será la que identifica mejor al buen docente?
Esta discusión no es nueva, pero la reitero a propósito del día del maestro pues no deja de llamarme la atención esta forma tan maniquea de pensar que parece caracterizar el debate sobre la buena docencia en el país. Recordemos que el maniqueísmo era una antigua religión oriental, de origen persa, que creía en la eterna lucha entre dos principios opuestos: el bien y el mal, que se expresaba en la oposición irreductible entre el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia. Será por esta influencia que tendemos siempre a pensar que la verdad tiene que estar en un solo lado y que cualquier postura contraria no es sólo errónea sino demoníaca.
Regresemos a los cuatro profesores del inicio. Tomás tiene método y también sentido del humor, Marta destaca por su sensibilidad y su apertura emocional, Manuel domina muy bien su materia, Estela es una gran motivadora. Entre todos reúnen seis cualidades que cruzan la vocación, la pedagogía y el conocimiento. La expresión de cada una de ellas en su desempeño, además, impactan en sus alumnos. ¿Tenemos que escoger una y despreciar, minimizar o ridiculizar las demás?
El problema más bien es que todas estas cualidades no se encuentran en la práctica de cada uno y, además, conviven con feos defectos: Tomás pega a sus niños, Marta no deja participar, Manuel es irascible y Estela no domina cuestiones básicas del currículo. Quizás lo que ellos necesitan no es saber qué cualidad es mejor que otra, sino que todas son necesarias para que sus alumnos quieran y puedan aprender. Y que los ayuden, con buena voluntad, tanto a reconocer y aumentar sus méritos, como a enfrentar sus deficiencias. Feliz día maestros.
Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Lima, viernes 09 de julio de 2010
Tomás enseña bien matemática y acostumbra además contar chistes en clase. Es el profesor con el que más se identifican sus estudiantes. Tomás también les pega duro con la regla cuando juzga que se portan mal. Marta es una maestra más bien convencional, de las que hablan horas y horas sin parar. Pero tiene oídos para las preocupaciones más personales de sus alumnos y ellos le agradecen el tiempo que siempre les dedica a la hora del recreo. Manuel sabe mucho de literatura y le fascina enseñarla. Sus alumnos en verdad lo admiran, pero les apena tanto la poca paciencia que les tiene cuando lo interrumpen con preguntas. Estela es una mujer muy alegre y sabe contagiar fácilmente su entusiasmo a todos sus niños. Pero ella es muy mala con los números y sus continuas equivocaciones provocan a menudo una gran confusión. ¿Cuál de todos ellos es mejor docente? ¿Cuál es el peor?
En una reciente conversación escuchaba decir a un colega con gran convicción que la vocación lo es todo y que, penosamente, era el factor más ausente en el desempeño de los profesores. Es más, la creía tan determinante para la buena docencia, que hasta el título pedagógico terminaba sobrando.
Se ha podido leer también en estos últimos meses varias opiniones a favor de que cualquier profesional pueda ser docente, pues se argumenta que el buen dominio de los conocimientos de una disciplina científica lo es todo. Se dice que esta cualidad es tan esencial, que hasta el título pedagógico se vuelve innecesario.
Si retrocedemos un poco, recordaremos que en los años 90 se sostenía con fervor que el manejo de un repertorio variado y actualizado de metodologías lo era todo, pues era en este terreno sobre todo donde los profesores hacían agua. Se creía tan importante, que si un profesor sabía cómo enseñar lo que se pedía que sus alumnos aprendan, la comprensión del sentido de las nuevas demandas curriculares podía pasar a segundo plano.
Ahora bien, hagámonos la pregunta de rigor: ¿Cuál de estas tres características será la que identifica mejor al buen docente?
Esta discusión no es nueva, pero la reitero a propósito del día del maestro pues no deja de llamarme la atención esta forma tan maniquea de pensar que parece caracterizar el debate sobre la buena docencia en el país. Recordemos que el maniqueísmo era una antigua religión oriental, de origen persa, que creía en la eterna lucha entre dos principios opuestos: el bien y el mal, que se expresaba en la oposición irreductible entre el alma y el cuerpo, el espíritu y la materia. Será por esta influencia que tendemos siempre a pensar que la verdad tiene que estar en un solo lado y que cualquier postura contraria no es sólo errónea sino demoníaca.
Regresemos a los cuatro profesores del inicio. Tomás tiene método y también sentido del humor, Marta destaca por su sensibilidad y su apertura emocional, Manuel domina muy bien su materia, Estela es una gran motivadora. Entre todos reúnen seis cualidades que cruzan la vocación, la pedagogía y el conocimiento. La expresión de cada una de ellas en su desempeño, además, impactan en sus alumnos. ¿Tenemos que escoger una y despreciar, minimizar o ridiculizar las demás?
El problema más bien es que todas estas cualidades no se encuentran en la práctica de cada uno y, además, conviven con feos defectos: Tomás pega a sus niños, Marta no deja participar, Manuel es irascible y Estela no domina cuestiones básicas del currículo. Quizás lo que ellos necesitan no es saber qué cualidad es mejor que otra, sino que todas son necesarias para que sus alumnos quieran y puedan aprender. Y que los ayuden, con buena voluntad, tanto a reconocer y aumentar sus méritos, como a enfrentar sus deficiencias. Feliz día maestros.
Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Difundido por la Coordinadora Nacional de Radio (CNR)
Lima, viernes 09 de julio de 2010
3 comentarios:
Se trata entonces de un punto de equilibrio como todo en la vida. Y en este caso en particular pienso que es todavía más delicado por estar entre manos la educación de los niños. Si hiciéramos un análisis Foda veríamos que poco nos servirían las fortalezas detectadas sino hacemos algo concreto para diluir, mejorar, neutralizar o desaparecer las debilidades. A largo plazo, las cualidades podrían terminar siendo neutralizadas por las debilidades. Entonces, se trata de un punto de equilibrio, como todo en la vida. Y en cuanto a la vocación y a la capacidad de ser docente si creo q no todos nacen para ser maestros y de todos los que deciden serlo no todos logran ser grandes maestros. Porque más allá del conocimiento técnico y/o pedagógico está ese "talento" innato, genético, mágico ... que determina el impacto de la transmisión del legado de un maestro que es, a mi humilde entender, EDUCAR PARA LA VIDA.
Feliz Día Profesor. De hecho, Feliz Día.
Gracias por hacernos reflexionar con estos textos a cerca de nuestra labor docente, ya que muchos no nos percatamos de que ser educador es una armonía, es un todo y a través de ello podemos llegar a los dos lados del cerebro de nuestros estudiantes.
Desarrollemos en nuestros educandos aprendizajes efectivos y afectivos para lograr calidad de vida en ellos y el desarrollo de nuestro querido Perú.
Aprovecho la ocasión para felicitarlo porque usted es un ¡Gran Maestro!
Elizabeth Santiago Delgado.
La suma de vocación y buena formación, encierra esas cualidades y muchas otras que la experiencia va afinando en nuestro ejercicio profesional
Azucena del Aguila Aguilar
Publicar un comentario